Revista Peruana de Derecho Internacional
Tomo LXX Mayo-Agosto 2020 N° 165, pp. 197-225. ISSN: 2663-0222
Recepción: 30/05/2020 Aceptación: 07/07/2020
3
y una afirmación continua y constante de que la paz, el prestigio y la prosperidad estadounidenses
están siendo desatendidos por su política exterior.
Koh describe a la administración Trump como un período tumultuoso que ha afectado de manera
negativa muchos factores del orden mundial global, incluido el derecho internacional, y se
pregunta si estas presiones se traducirán en un cambio permanente en la relación de los Estados
Unidos con el derecho y las instituciones internacionales (Koh, 2019). El asalto de Trump al
derecho internacional implica abandonar la visión kantiana de un orden internacional basado en
normas, que, aunque imperfecto, ha funcionado razonablemente bien. De triunfar esta cosmovisión
trumpiana, el mundo se enfrentaría a un sistema más cínico, orwelliano, de gobierno global,
dominado por grandes potencias realistas que ejercerían su poder de sus zonas de influencia. Así,
la filosofía del “América primero” de Trump actúa en función de un auto-percibido interés
nacional, donde las normas internacionales brillan por su ausencia.
1. La Administración Trump y las instituciones multilaterales
La desconfianza, cuando no el abierto ataque, a las organizaciones internacionales ha sido una
marca registrada de los Estados y, en particular del Partido Republicano, al menos desde fines de
la década de 1950, cuando el proceso de descolonización transformó a la Asamblea General de las
Naciones Unidas de ser un órgano pro-occidental en su mayoría, que votaría a favor de los Estados
Unidos, en uno heterogéneo y diverso que en diversas ocasiones pondría objeciones y criticaría
abiertamente su accionar (Pearson y Rochester, 2000, 148). Esa susceptibilidad se tradujo en una
presión de los Estados Unidos sobre los órganos de las instituciones multilaterales para que
adoptaran decisiones o resoluciones que favorecieran sus intereses, bajo la amenaza de recortar
sus fondos y, eventualmente, retirarse de las organizaciones por completo (Foot et al., 2003).
La noción de que las organizaciones internacionales atentan contra la soberanía estadounidense ha
sido durante décadas un pilar del conservadurismo estadounidense. La plataforma del Partido
Republicano de 1984 lo expresaba cuando afirmaba que los estadounidenses no pueden contar con
las organizaciones internacionales para garantizar su seguridad o proteger adecuadamente sus
intereses y, por lo tanto, no apoyarían organizaciones internacionales incompatibles con esos
intereses (The American Presidency Project, 1984). En la década de los 80s, el gobierno de los
Estados Unidos se negó a ratificar la Convención de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar,
retiró a los Estados Unidos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO), a la que luego regresó para posteriormente volver a retirarse
durante la administración Trump, y se mantuvo sin pagar su cuota a las Naciones Unidas hasta que
en 1997 regularizó su situación. En 1995, el legislador de Florida, Joe Scarborough, presentó un
proyecto de ley denominado “Ley de Retiro de las Naciones Unidas” (Scarborough, 1995), cuyo
objetivo era que Estados Unidos se retirara por completo de la ONU y se trasladara la sede de
organización fuera de los Estados Unidos. Ese proyecto no pasó de la fase de comité (Baron, 2020).
Esa animadversión hacia las Naciones Unidas y otras instituciones multilaterales se ha
profundizado y ha tomado un mayor alcance y significado desde entonces. La extrema derecha,
aislacionista-nacionalista, al estilo de John Bolton y conservadores como Trump, han criticado
abiertamente al multilateralismo y la globalización, incluyendo obviamente a las instituciones