Revista Peruana de Derecho Internacional
Tomo LXX Mayo-Agosto 2020 N° 165, pp. 301-334. ISSN: 2663-0222
Recepción: 30/05/2020 Aceptación: 07/07/2020
LAS RAÍCES EPISTEMOLÓGICAS DEL REALISMO ESTRUCTURAL:
MODELOS Y REPRESENTACIÓN EN LA TEORÍA DE RELACIONES
INTERNACIONALES
THE EPISTEMOLOGICAL ROOTS OF STRUCTURAL REALISM: MODELS AND
REPRESENTATION IN INTERNATIONAL RELATIONS THEORY
Juan Francisco Morales Giraldo
RESUMEN
El texto explora algunas ideas básicas acerca de la epistemología detrás de la teoría del
Realismo Estructural, o Neorrealismo, de Kenneth Waltz. En primer lugar, se aborda el
problema de la interpretación descriptiva de las teorías, particularmente en la disciplina
de Relaciones Internacionales, así como ciertas concepciones críticas que surgen desde
esta gica. En segundo lugar, se analiza la estructura formal de los programas teóricos
en general, con énfasis en la estructura teórica del Realismo Estructural. La noción de
la dualidad de los fenómenos políticos internacionales es descrita como un elemento
central en el núcleo de leyes y principios empíricos de la teoría, definiendo su propósito
y estableciendo sus alcances y limitaciones. Finalmente, la última sección explora el
potencial predictivo de las teorías de relaciones internacionales, elaborando un
planteamiento crítico sobre estos temas desde la propia teoría. Finalmente, las
conclusiones ponen en consideración la contribución de la teoría general de Waltz sobre
el modo de pensar las teorías y su importancia para la disciplina de las Relaciones
Internacionales.
Palabras clave: Realismo Estructural. Teorías Empíricas. Modelos Teóricos.
Concepción Semántica.
ABSTRACT
This text addresses some basic ideas about the epistemology behind Kenneth Waltz’s
Structural Realism or Neorealism. First, the article deals with the problem of the
descriptive interpretation of theories, particularly in International Relations studies, and
certain criticism conceptions that comes from this particular logic. The next section
presents an analysis of the formal structure of theory programs in general, with an
emphasis on theoretical structure of Structural Realism. The notion of duality of
international political phenomenons is identified as a central element in the core of
empirical laws and principles of this theory, defining its purpose and stablishing its
scope and limitations. Finally, the last part focuses on the potential of International
Relations theories for predictions, and elaborates a critical approach from the theory to
these aspects. Finally, the conclusions put on consideration the contributions of Waltz’s
Maestro en Sociología en Estudios Políticos por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
(UNMSM). Licenciado en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Es
investigador del Instituto de Estudios Políticos Andinos (IEPA) y del Grupo de Trabajo “Integración y
Unidad Latinoamericana” del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Ha
desempeñado labores de docencia en la UNMSM y en la PUCP. Contacto: jfmoralesg.88@gmail.com
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general theory on how we think about theories and its importance for International
Relations discipline.
Keywords: Structural Realism. Empirical Theories. Theoretical Models. Semantic
View.
……
1. Introducción
El Realismo Estructural, o Neorrealismo
1
, ha sido la teoría de relaciones
internacionales más influyente desde su aparición a finales de la década de 1970. Su
contribución a la disciplina puede evaluarse desde muchos aspectos, pero uno de los
más importantes es quizás el menos discutido en la literatura especializada y en los
programas de enseñanza: no sólo es una teoría sobre política internacional, también
representa un compromiso filosófico que ha buscado acercar el estudio científico de las
relaciones internacionales a los principios generales que rigen el quehacer de las
ciencias empíricas. En ese sentido, los aportes del estructuralismo de Waltz van más allá
de la comprensión de un dominio particular de hechos; ofrece una primera
aproximación a la importancia del trabajo teórico en la ciencia política. La discusión
sobre temas fundamentales acerca de qué son las teorías en un sentido epistemológico,
cómo funcionan y cómo se construyen, contenidos en el primer capítulo del clásico
Theory of International Politics (1979), conformaban una aproximación crítica al debate
filosófico acerca de la naturaleza de las teorías científicas, su relación con la realidad
empírica, y su rol en la ciencia social moderna.
El texto que sigue a continuación es una mirada a algunos elementos
epistemológicos sobre los cuales se funda el Realismo Estructural. Los apartados se
dividen en tres temáticas generales: la descripción, la explicación y la predicción de las
teorías científicas, a lo largo de las cuales se establecerán paralelos con algunos temas
centrales para las ciencias empíricas, y se plantearán discusiones en torno a los tipos de
problemas que aborda la propia teoría. Estos paralelos y discusiones servirán tanto para
ilustrar los temas a tratar, así como para introducir una selección bibliográfica
especializada que orienten al lector hacia un tratamiento más detallado de estas
cuestiones
2
.
1
Ambos términos, Realismo Estructural y Neorrealismo, son útiles en la medida en que resaltan algún
aspecto sustancial de la teoría: el primero, señalara Robert Keohane, “… capta la atención prioritaria en la
explicación a través de un examen de la estructura del sistema internacional” (1993, 68, nota 17); el
segundo, capta mejor su estatus fundacional dentro de la corriente realista y su originalidad en la teoría
política internacional. Para una revisión temática y bibliográfica de las principales vertientes neorrealistas
hasta la fecha, a modo de recuento, véase Lobell (2010). Para una revisión de la tradición realista en
general, junto con una selección bibliográfica temática, véase Viotti y Kauppi (2012, cap. 2).
2
Para facilitar la revisión de las referencias a Theory of International Politics, se incluirán también los
números de página correspondientes a su edición en castellano, separadas de la numeración de la edición
en inglés por una diagonal (/).
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2. Teorías: descripción, modelos y representación
Existen dos puntos de vista desde los cuales las teorías científicas podrían
considerarse descriptivas en un sentido formal. En primer lugar, pueden ser descriptivas
en el sentido de hacer explícitas las propiedades y relaciones que subyacen a cierta clase
de hechos (en este caso, fenómenos y procesos internacionales) y que sirven a su
comprensión. Este tipo de descripción es común a todas las ramas de la ciencia
empírica. “… Una teoría científica decía el físico Stephen Hawking es tan sólo un
modelo matemático que hacemos para describir nuestras observaciones […] Sólo existe
en nuestra mente” (Hawking, 1999, p. 106). Aquí hay dos importantes pistas acerca de
lo que debe entenderse por una teoría científica: las teorías son modelos de la realidad,
son construcciones intelectuales, no son descripciones exhaustivas ni una colección de
datos observacionales. Las teorías no detallan el mundo tal cual es, sino que recurren a
representaciones conceptuales simplificadas de fenómenos y procesos. En filosofía de la
ciencia, son estudiadas como modelos teoréticos: sistemas hipotético-deductivos
concernientes a un objeto modelo que es, a su vez, una representación conceptual
esquemática de un fenómeno real (Bunge, 1972, pp. 15-16). En la disciplina de las
Relaciones Internacionales, estos modelos teoréticos, comúnmente integrados bajo el
marco de teorías generales y que abarcan teorías específicas, especializadas, o
auxiliares
3
, se construyen siempre en referencia a la problemática de la
internacionalidad
4
.
Hasta la década de 1970, la filosofía de la ciencia estaba dominada por la
llamada Concepción Heredada, un enfoque según el cual éstas constituyen sistemas de
axiomas empíricamente interpretados
5
. Luego del periodo historicista dominante hasta
la década de 1980, la llamada Concepción Semántica cobró fuerza como la corriente
dominante en la filosofía de la ciencia. La nueva perspectiva semántica entiende las
teorías como entidades modelo-teóricas: presentar una teoría es presentar una clase de
modelos (Díez, 1997, pp. 42, 46), que en su acepción no formal, son de naturaleza
representacional: son representaciones conceptuales o simplemente
conceptualizaciones de ciertos aspectos del mundo empírico (Falguera, 1992, p. 100)
6
.
La relación entre teoría y modelo está dada, en parte, por una de las principales
características de la ciencia empírica: su vocación analítica. La investigación comienza
3
Sobre teorías generales y modelos teóricos, véase Bunge (1982, p. 181)
4
“El conjunto de los fenómenos sociales que expresan relaciones inmediatas de los Estados entre o
influyen directa o indirectamente en estas relaciones o están por ellas influidos, constituye el problema
de la internacionalidad. Es internacional una relación cuando se refiere a las relaciones entre grupos
sociales que están determinados por poderes estatales distintos…” (Huber, citado en Del Arenal, 2007,
p. 405).
5
Sobre esto, véase Díez y Moulines (1997, cap. 8).
6
Desde la década de 1960, los proponentes de la concepción semántica de las teorías científicas han
venido discutiendo acerca de la existencia de un significado común de la noción de modelo que subyace
a todos sus demás usos en las ciencias formales y en las ciencias empíricas. Bajo esos diferentes usos
del término modelo, dice el filósofo español JoLuis Falguera, “… subyace una condición común; de
manera que dichos usos resultan de condiciones específicas que adopta una noción común de ‘modelo’,
conforme a diferentes maneras de darse la relación de ‘ser modelo de’. Según esto, algo es modelo, para
cualquier de los usos señalados, en tanto que es un sistema mediante el que se postula una
representación conceptual de un asunto determinado real o ficticio conforme a determinada
finalidad, constituyendo tal representación conceptual un sistema abstracto. Así pues, conforme a esto,
el principal papel de los modelos es el de representar” (Falguera, 1993, pp. 173-174; énfasis en el
original). Véase también, Falguera (1994).
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descomponiendo sus objetos a fin de descubrir el ‘mecanismo’ interno responsable de
los fenómenos observados dice el filósofo Mario Bunge; y una vez investigada la
naturaleza de las partes de ese mecanismo subyacente, el siguiente paso es el examen de
la interdependencia de esas partes, y finalmente, la reconstrucción del todo en términos
de sus partes interconectadas (Bunge, 1997a, p. 26). En un plano muy general, respecto
a ciertos ámbitos o sistemas de la realidad, esto ocurre por medio de teorías. “… Los
científicos tratan de urdir modelos teóricos que representen los principales rasgos de los
sistemas de interés (Bunge, 1999, p. 236). De esa manera, a) las teorías describen
elementos que están más allá de las apariencias; b) describen una clase de hechos y no
hechos aislados; fijan su atención en hechos genéricos (abstracciones que en ciencias
sociales llamamos “hechos sociales”), no en hechos singulares, con lo cual c) rechazan
los aspectos puramente accidentales de la realidad, seleccionando sólo los que se
consideran más relevantes para los propósitos de la investigación. El conocimiento
científico, entonces, a través de la teorización, trasciende las contingencias de la
percepción inmediata, “… racionaliza la experiencia en lugar de limitarse a
describirla…”. El investigador conjetura acerca de lo que subyace tras los fenómenos
observados, busca establecer pautas regulares que los expliquen, y busca establecer
mediante esta comprensión cierto grado de predictibilidad. Emplean conceptos por
ejemplo, adaptación, integración, clase social o tendencia histórica que carecen de un
correlato empírico por no corresponden a fenómenos directamente observables, pero
que se refieren a hechos, cualidades o relaciones generales existentes objetivamente
(Bunge, 1997a, p. 24). Las teorías, en resumen, son deconstrucciones selectivas de la
realidad. No describen exhaustivamente lo observado, sino lo que subyace a los hechos.
La ciencia, al ser analítica y explicativa, es en cierto sentido esencialista: “… intenta
llegar a la raíz de las cosas. Encuentra la esencia [de los fenómenos] en variables
pertinentes y en las relaciones invariantes entre ellas” (Bunge, 1997a, p. 38).
3. El problema de la interpretación descriptiva de las teorías
El Realismo Estructural parte de una base filosófica cercana a una concepción
semántica de las teorías científicas, cuyos planteamientos más básicos respecto al rol de
los modelos han sido ya expuestos de manera sucinta en la sección anterior. Una teoría
es una imagen, construida mentalmente, de cierto ámbito o dominio de actividad
limitado en este caso, de un cierto ámbito de las relaciones sociales: la política
internacional. Una teoría es una representación de la organización de ese dominio y de
las relaciones entre sus partes (Waltz, 1979, p. 8/19; 1990, p. 26). Aunque Waltz no se
adhiere de manera explícita a ninguna escuela filosófica en particular, la idea de teoría
que subyace a su obra es la de sistemas representacionales, y su construcción, una tarea
fundamentalmente creativa (Waltz, 1979, p. 11/23). Las teorías, por lo tanto, no son una
colección de enunciados descriptivos. Lo visto en la sección anterior amplía los
alcances de esta concepción filosófica, estableciendo paralelos con las bases
epistemológicas del estructuralismo internacional. Los elementos meta teóricos en el
primer capítulo de Theory of International Politics condensan los aportes de diferentes
ramas de la filosofía de la ciencia, apelando a la unidad de los rasgos característicos de
la ciencia moderna
7
. La bibliografía citada a lo largo de este trabajo busca dar mayor
7
Al sugerir, por ejemplo, que las teorías, en lugar de ser un conjunto de leyes, las explican, Waltz
reconoce lo siguiente: “Este significado no está de acuerdo con el uso que se le da en gran parte de la
teoría política internacional, preocupada más por la interpretación filosófica que por la explicación
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alcance a conceptos fundamentales tales como imagen o representación, y al hecho
más simple de que de las teorías son abstracciones representativas modeladas por medio
de conceptos y enunciados lógicos (formales) que los articulan.
Hasta la década de 1960, los autores realistas no habían logrado prescindir del
conductismo, del análisis de la política exterior, y el interés por la diplomacia, como
enfoques para una aproximación a los asuntos internacionales. Otros, incluso, se
mostraban escépticos acerca de la posibilidad de desarrollar una teoría de relaciones
internacionales. Un prominente internacionalista británico de la época titulaba un
artículo con una inquietante interrogante: Why is there no International Theory? (“¿Por
qué no existe una teoría de relaciones internacionales?”, Wight, 1966). La epistemología
con la que Theory of International Politics buscaba introducir nuevos modos de
teorización en este campo entraron en marcado contraste con este escepticismo. La
distancia frente a trabajos clásicos como el Raymond Aron, Hans Morgenthau, o el
propio Martin Wight, se hizo notoria, particularmente en revisiones críticas como el
más reciente Realist Though and Neorealist Theory (1990). Por primera vez, entonces,
eran abordados aspectos esenciales para una ciencia social de las relaciones
internacionales: qué es una teoría, cómo funcionan, y cómo se construyen. El éxito del
Realismo Estructural como un programa de investigación progresivo (véase Keohane,
1993, pp. 60-61, 65-97)
8
supuso desde entonces un nuevo umbral de rigurosidad
científica para las nuevas teorías internacionales, no tanto por su capacidad para abordar
hechos particulares, o prever situaciones novedosas, sino por la solidez de los principios
epistemológicos sobre los que se construyó. El reciente criterio introducido por Waltz
para la evaluación teórica exigía a los investigadores examinar el significado de la
noción de teoría antes de tratar sobre alguna teoría en concreto
9
.
Frente a esta postura filosófica, sin embargo, tanto críticos como proponentes del
Realismo Estructural simplemente dan por sentado que ésta es una teoría sobre la
estructura del sistema político internacional, sin prestar atención a la estructura de la
propia teoría (cf. Wæver, 2009). Cuando esto es llevado al extremo surge lo que podría
llamarse el problema de la interpretación descriptiva de las teorías: un sesgo que
expresa la creencia de que los elementos de una teoría son verdaderos o falsos respecto
a lo observado porque poseen un correlato empírico directo al que deben ajustarse con
precisión y según los cuales deben ser interpretados. En ese sentido, según esta
concepción, anclada en los rigores del empirismo lógico, o mejor, en un empirismo
teórica. Corresponde a la definición que se le da al término en las ciencias naturales y en algunas
ciencias sociales…” (1979, p. 6/16)
8
El carácter progresivo de la teoría neorrealista ha sido objeto de debate entre quienes valoran su
pertinencia y utilidad. Para apreciaciones críticas en ese aspecto, véanse Vasquez (1997) y Ashley
(1986). Las respuestas por parte de prominentes teóricos realistas a las críticas tanto de John Vásquez
como de Richard Ashley incidieron en las inexactitudes de su entendimiento acerca del rol las teorías en
general y el análisis realista en particular (Waltz, 1997, 1986; Walt, 1997; Gilpin, 1986). Para una
defensa del paradigma realista como un programa progresivo, ver también Buzan (1996) y Jervis
(2003). Sobre el concepto de progresión teórica, ver Lakatos (1989, pp. 65-72), junto con el resumen de
Elman y Elman (2003), desde la concepción historicista, y el detallado recuento de Diez y Moulines
(1997, pp. 484-488) desde la concepción estructuralista.
9
La concepción sintáctica y el historicismo, que sirvieron de soporte para el Realismo Estructural en la
década de 1970, introdujeron en la teoría una marcada orientación en contra del positivismo, según el
cual las teorías emergen de los hechos observados y éstos son, a su vez, los árbitros de su validez. Para
una crítica al inductivismo y el empirismo en la obra de su autor, véase Waltz (2003) y Waever (2009,
pp. 203-204).
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exacerbado
10
, los aspectos del mundo empírico y los términos que constituyen una
teoría deberían mantener una relación de equivalencia e igualdad. Resultado: las teorías
son interpretadas casi literalmente. Pero, ¿es así como procede la ciencia realmente? En
una cita en la sección anterior, Stephen Hawking acepta que los modelos matemáticos
de los que se sirve la física sólo existen en la mente de los científicos. Al tratar sobre
nociones como tiempo real o tiempo imaginario, por ejemplo, el autor aclara que no
tendría sentido preguntarse cuál es más real pues lo importante es que se trata de
conceptos que pueden ser más o menos útiles para describir y analizar lo observado
(Hawking, 1999, p. 107). Los modelos teóricos y los modelos conceptuales que los
conforman, son justamente representaciones de lo observado. En cuanto a la teoría de
las relaciones internacionales, algunos ejemplos a continuación ilustrarán esta visión
particular de las teorías, y la manera como el Realismo Estructural ha lidiado con el
problema del descriptivismo.
Piénsese en la crítica al llamado paradigma Estado-céntrico, que cobró fuerza
con el auge del transnacionalismo en la década de 1970. En este paradigma se asumen
dos cosas: que los Estados son los actores más importantes de la escena política
internacional, y que éstos actúan coherentemente como unidades. El resultado es una
suerte de imagen de las relaciones internacionales vistas principalmente como
relaciones entre Estados. Pero, ¿qué ocurre con los demás actores y sus relaciones? Si
los efectos de las relaciones transnacionales fueran insignificantes y transitorios, señalan
los proponentes del transnacionalismo, relegarlos a un rol menor y en general
ignorarlos, como parecían hacer los realistas hasta ese momento, sería aceptable como
un mecanismo simplificador y parsimonioso (Nye y Keohane, 1971a, pp. 343-45). Pero
los hechos demostraban lo contrario: ya en esos años, era evidente que las tendencias en
la política mundial socavaban esa visión con la emergencia de nuevos actores no
estatales. Se decía, entonces, que la política mundial había cambiado, pero que los
paradigmas conceptuales predominantes, como el pensamiento realista, no habían
podido seguir el paso a esos cambios: El clásico paradigma Estado-céntrico asume que
los Estados son los únicos actores significativos en la política mundial…” (Nye y
Keohane, 1971b, p. 721), algo inaceptable. La crítica continuó hacia finales de la
década. En un libro publicado originalmente en 1977, sus autores propugnaban un
nuevo tipo ideal de condiciones, opuestas a las teorías realistas contemporáneas, desde
las cuales entender y explicar mejor la política internacional: la interdependencia
compleja, un nuevo avance del descriptivismo teoricista que aspiraba a reflejar mejor,
de manera más precisa, la importancia de las relaciones transnacionales y
trasgubernamentales (véase Keohane y Nye 1988, cap. 2). A pesar de esto, el nuevo
Realismo Estructural heredó y mantuvo el paradigma Estado-céntrico, fortaleciéndolo
con un marco teórico más consistente. Si este enfoque ya no reflejaba lo que ocurría en
el mundo, ¿por qué insistir en él?
El debate en torno a la utilidad y la pertinencia del paradigma Estado-céntrico
reflejaba en realidad una discusión de fondo acerca de qué tanto debía una teoría
ajustarse a la realidad. Autores como Robert Keohane y Joseph Nye (Poder e
interdependencia, 1988, capítulo 2) defendían la idea de que las teorías debían aspirar a
describir exhaustivamente los hechos con el mismo nivel de complejidad que los
10
Sobre la influencia del positivismo y sus variantes en Relaciones Internacionales, ver Smith (1996).
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caracterizaba en la realidad
11
, una clara postura empirista que sería fuertemente criticada
por Waltz en gran parte de su trabajo (véase p. ej. Waltz, 1997, p. 913 para una crítica
explícita a ambos autores). Científicos y filósofos de la ciencia reconocen que los
hechos no pueden comprenderse hasta no ser incluidos en un marco teórico. Según un
reconocido manual de filosofía de la ciencia, “el conocimiento científico es el resultado
de determinada práctica o actividad que podemos denominar, en sentido amplio,
teorizar…” (Díez y Moulines, 1997, p. 17). De manera que defender la idea de que
teoría y realidad son lo mismo, como ocurriría desde un sesgo descriptivista, supone
defender la convicción de que a) el conocimiento puede obtenerse con la acumulación
de información, llámense datos u observaciones, b) que éstos son independientes de
todo conocimiento previo, y c) que por extensión las teorías, se construyen a partir de
supuestas certezas que provienen de la experiencia. La conclusión inevitable de esta
lógica es que, sorprendentemente, los hechos pueden llegar a comprenderse antes
incluso de que se produzcan los mecanismos necesarios para su comprensión (Waltz,
1979, pp. 7/17-18). “Aquellos que creen extrañamente que el conocimiento empieza con
certezas dice Waltz piensan en las teorías como edificios de verdades, los cuales
pueden construir inductivamente” (Waltz, 1979, p. 5/14). Pero la comprensión de los
hechos implica algo más que la suma de sus partes; comprender una clase de fenómenos
supone algo más que la verificación, la constatación o la descripción, incluso rigurosa,
de sus componentes y asociaciones. Ya lo decía un prominente epistemólogo: “…
explicar es responder a la pregunta ¿por qué?’, es comprender y no sólo constatar”
(Piaget, 1977, p. 11). Las teorías aspiran fundamentalmente a explicar algo, y para ello
la sola descripción no es el mejor camino posible. “Una teoría, en lugar de ser un espejo
a través del cual la realidad se refleja, es un instrumento a ser utilizado para explicar una
porción de esa realidad, sobre cuyas verdaderas dimensiones nunca podremos estar
seguros […] Un instrumento de esa clase es de poca utilidad [explicativa] si hace poco
más que imitar la complejidad del mundo” (Waltz, 1997, pp. 913-914). Posturas
descriptivistas como la de Keohane y Nye, por ejemplo, de que a veces el paradigma de
la interdependencia compleja se acerca más a la realidad que el realismo, y que
contribuye así a supuestamente comprender mejor la política internacional, confunde los
límites de lo que una teoría científica necesita describir y lo que no.
¿Es el paradigma Estado-ntrico una afirmación sobre cómo es el mundo
realmente? Una interpretación descriptiva de las teorías en estricto conduce a
entenderlas de modo cuasi literal. El paradigma Estado-céntrico, en cambio, es un
supuesto pensado para captar mejor una de las características más importantes de la
11
El libro Designing Social Inquiry (King et al., 1994) es otro trabajo frecuentemente citado por Waltz
como ejemplo del empirismo predominante en la teoría de relaciones internacionales. En el libro, la
observación y la experiencia están por delante de lo teórico: las teorías deberían ser tan complejas como
lo sugieran las evidencias disponibles sobre lo que ocurre en el mundo empírico (véase King et al.,
1994, p. 20), una posición que descansa sobre una concepción fundamentalmente descriptiva de la
ciencia en la que teoría y realidad son equivalentes. Pero las teorías hacen lo contrario: seleccionan del
mundo exterior, complejo e incierto, sólo aquellos elementos que se consideran cruciales para explicar
ciertos fenómenos. Mearsheimer y Walt (2013, p. 431) recurren a una metáfora para ilustrar este punto:
un mapa, p. ej., es útil en la medida en que cumple su propósito contando sólo con lo necesario las
preguntas serían entonces ¿cuál es ese propósito? y ¿qué es lo necesario?, pero es esto en donde
precisamente las teorías se distinguen. King y sus asociados, en cambio, asumen una posición que
interpreta las teorías en términos descriptivos exhaustivos: si éstas presentan un modelo simple del
mundo, dicen, en verdad estarían asumiendo que la propia realidad también es simple. La parsimonia se
justifica, entonces, y según los autores, sólo cuando exista certeza extrañamente a priori de que la
realidad es igualmente parsimoniosa.
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política internacional: que los Estados-nacionales son, efectivamente, los actores más
importantes del sistema internacional. Las nociones teóricas son construcciones
intelectuales, no se descubren desde la sola acumulación de datos.
12
Se trata de
conceptos y supuestos que sirven específicamente a los propósitos del modelo que
presenta cierta teoría en cuestión, y que responden con simpleza y elegancia a una
realidad compleja y confusa. En ese sentido, decir que los Estados más importantes
mantienen un rol central, aclara Waltz, no implica restar importancia o negar la
existencia de otros actores no estatales (1979, p. 95/142). La visión Estado-céntrica no
hace más que sugerir algo acerca de cómo la teoría representa la realidad.
Eventualmente, Robert Keohane reconocería que la crítica de Waltz a su posición sobre
el estatus del paradigma Estado-ntrico era “esencialmente correcta” (1993, p. 63, nota
9).
Otros autores críticos han mostrado una tendencia similar a interpretar el
Realismo Estructural de manera literal. Sobre la “dependencia intelectual” de los países
del sur, o periféricos, Arlene Tickner señala que “las categorías y los conceptos
diseñados en el primer mundo pueden tener una escasa aplicación cuando estos se
insertan en contextos sociales y culturales distintos, hasta tal punto que pueden volverse
disfuncionales y contraproducentes”. El predominio de la ciencia social occidental, y
particularmente la ciencia social estadounidense, tendría el efecto de negar a los países
de la periferia “la condición de sujetos activos en la construcción de su propio
conocimiento” (Tickner, 2012, p. 163)
13
. No es de extrañar que la frase “sería absurdo
construir una teoría de la política internacional basada en países como Malasia o Costa
Rica” (Waltz, 1979, p. 72/109) sea una de las más criticadas en ese sentido. Pero, ¿hay
en esto una voluntad de someter intelectualmente al llamado tercer mundo? Una lectura
menos apasionada mostraría que lo que está detrás es un interés por comprender la
política internacional como un sistema social. La frase de Waltz, de una crudeza
ciertamente incómoda, sólo reconoce que en un mundo muy desigual unos influyen más
12
Que las nociones teóricas se construyan intelectualmente no significa que sean ideas arbitrarias,
irreales, carentes de significado, o que hagan inconcebible toda coordinación con la experiencia. No se
trata de renunciar a todo concepto que no correspondiera a aspectos ‘observables’, como señala el
filósofo francés Gilles Gaston Granger. “Es bien evidente […] que en la estructura de un conocimiento
científico encontramos un gran número de conceptos que no tienen ningún examinando [sic]
experimental directo, y que ni tan siquiera pueden tenerlo. Es que, en la medida en que la organización
de una ciencia es la de un sistema simbólico [i.e., un modelo representativo], comporta necesariamente
conceptos de tipo ‘semántico’, remitiendo más o menos directamente a aspectos de los fenómenos, y
conceptos de tipo ‘sintáctico’, es decir, que juegan el papel de enlaces que combinan otros conceptos.
Sólo un realismo [científico] furiosamente intemperante podría exigir que a estos conceptos sintácticos
correspondiesen también aspectos del fenómeno o, peor aún, momentos absolutos de la realidad
(Granger, 1977, pp. 147, 154). La distinción que hace Waltz entre conceptos y supuestos como dos
clases de nociones teóricas es coherente con esta oposición sintáctico-semántica de los conceptos
teóricos que plantea Granger. “Una noción teórica puede ser un concepto, como la fuerza, o un
supuesto, como el supuesto de que la masa se concentra en un punto”. Y añade: los supuestos no son
afirmaciones de hechos, “… son los elementos no-factuales de una teoría” (Waltz, 1979, pp. 5-6, 10/15,
22). Supuestos como el paradigma estado-céntrico, entonces, funcionan, dentro de los márgenes de la
teoría, como conceptos más amplios que enlazan o combinan conceptos más específicos para crear
elementos teóricos útiles. Los conceptos de tipo semántico, que en este esquema son las unidades
menores, se construyen a la vez por abstracción, esto es, apelando por simplificación a las
características o propiedades del fenómeno que resulten más relevantes al modelo en cuestión.
13
Sin embargo, existen razones para dudar de que las categorías y conceptos producidos localmente, y
particularmente en Sudamérica, escapen a ese mismo reproche.
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que otros sobre el contexto que los agrupa y los acontecimientos, un rasgo que ha sido
recogido también por otras perspectivas.
Los actores internacionales más importantes, los Estados-nacionales, configuran
a partir de sus interacciones el marco general para la vida internacional, algo que es
cierto hoy y lo era también en 1979. Todos forman parte del conjunto, pero pocos tienen
la capacidad para influir efectivamente en sus procesos y las tendencias generales dentro
de él. Cada contexto, cada subregión, cada espacio de relaciones, presenta luego sus
propios patrones y contingencias, pero la desigualdad es una cualidad inherente a la vida
en sociedad: en política internacional, esas desigualdades se reflejan también en los
contextos locales y regionales, no sólo a nivel global. El idealismo reivindicativo de
Tickner es acrítico frente a esas desigualdades, y, sobre todo, frente a las expresiones de
sometimiento político, económico e intelectual que provienen de las propias periferias.
Así sucedía, por ejemplo, con la proyección exterior de Brasil en la región y la anterior
creación de un “nuevo centro y nuevas periferias” como propósito no declarado, una
estrategia que lleva una fuerte carga de nacionalismo y proteccionismo económico
(sobre esto, véase Zibechi, 2013, caps. 6, 8 y 9). También es indiferente frente a lo que
las diferencias de poder pueden llegar a incentivar entre los propios países periféricos.
Recuérdese la intervención militar de Colombia en Ecuador en 2008, que ya presagiaba
una actitud más asertiva y unilateral de ese país en cuanto a cuestiones de seguridad
exterior. ¿Cómo ve el Realismo Estructural estas cuestiones? Reivindicaciones como
esta suelen adquirir con facilidad un estatus convencional entre la academia local,
quizás por razones emocionales o ideológicas. Si toda crítica es una contestación a los
convencionalismos, el Realismo Estructural puede ayudar a asumir, de hecho, una
actitud más crítica, algo imposible de reconocer si se le interpreta, equivocadamente,
como una equivocada descripción del mundo.
4. Explicación y modelos teóricos
La interpretación literal de las teorías suele distorsionar lo que éstas establecen
realmente sobre un conjunto de fenómenos de interés. Es un problema común no sólo en
la evaluación de las teorías sino en su construcción formal y, sobre todo, en la manera
como son presentadas. Por lo visto anteriormente, cabría aceptar que, si las teorías son
en algún modo descriptivas, lo son sólo en la medida en que tratan de explicitar, aunque
sin apelar a una descripción exhaustiva, lo que subyace a los hechos, renunciando a sus
aspectos puramente circunstanciales y apelando a características generales con las
cuales elaborar abstracciones. La descripción no es el principal propósito de las teorías;
su principal propósito es la explicación. El conocimiento teórico en las ciencias
empíricas busca explicar los hechos insertándolos en sistemas de ideas, lógicamente
articulados, con cierto grado de generalidad. La explicación es el principal vínculo entre
teoría y realidad. Esto abre una serie de interrogantes acerca de la capacidad explicativa
de teorías altamente abstractas como el Realismo Estructural.
En primer lugar, existe una estrecha relación entre el tipo de descripción limitada
que proporcionan los modelos teóricos, y la explicación. En una cita a Waltz en la
sección anterior, se decía que una teoría “es una imagen, construida mentalmente, de
cierto ámbito o dominio de actividad”, y que, al enfatizar el rol de las imágenes y las
representaciones en las teorías científicas, las bases epistemológicas del Realismo
Estructural concuerdan con ciertos desarrollos en la filosofía de la ciencia según los
cuales las teorías están constituidas básicamente por modelos, y que éstos son
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representaciones conceptuales del mundo empírico. El texto entonces prosigue de la
siguiente manera:
Los infinitos materiales de cualquier ámbito de la realidad pueden ser
organizados de muchas maneras diferentes. Una teoría indica que ciertos
factores son más importantes que otros y especifica las relaciones que existen
entre ellos. En la realidad todo está relacionado con todo lo demás, y un ámbito
no puede ser separado de los otros. Lo que una teoría hace es aislar un
determinado sector de todos los demás con el objetivo de ocuparse de él
intelectualmente. Hacerlo es precondición para desarrollar una teoría que pueda
explicar lo que ocurre dentro de él (Waltz, 1979, p. 8/19).
De esa manera, los modelos, las imágenes o las representaciones que
caracterizan a una teoría hacen intelectualmente aprehensible el mundo real. Lo que
parece desprenderse de esto es que la modelación de una teoría es necesaria para
explicar los hechos. Pero estas ideas, contenidas en la cita anterior, son muy básicas y
requieren por lo tanto ser ampliadas. La pregunta es ¿de qué forma un modelo teórico,
siendo una construcción abstracta, puede llegar a explicar algo? La respuesta la da, en
parte, la estructura de las teorías empíricas.
Los enfoques de la concepción semántica en filosofía de la ciencia, que enfatizan
el rol de los modelos en el análisis de la naturaleza y la estructura de las teorías
empíricas, no son una familia homogénea de teorías epistemológicas, pero comparten
algunos elementos comunes. En primer lugar, presentar una teoría es presentar el
conjunto de sus modelos característicos, y la determinación de esos modelos se hace
mediante conceptos y principios o leyes (Díez, 1997, p. 51). En las concepciones
semánticas, estos modelos teóricos, que son la conceptualización que proporciona una
teoría sobre una determinada parcela del mundo empírico (Falguera, 1993, p. 174),
constituyen el núcleo o parte formal de las teorías científicas. En segundo lugar, una vez
sabido qué es y cómo funciona en abstracto una clase de fenómenos correspondientes a
determinado ámbito de la realidad, lo siguiente en la identificación de una teoría
consiste en la identificación de su parte aplicativa, llamada también modelo de datos o
conjunto de aplicaciones intencionales. Este segundo elemento en la estructura de las
teorías lo conforma el conjunto de fenómenos empíricos de los que se pretende dar
cuenta aplicando los conceptos, principios y constricciones de la parte formal (Díez,
1997, p. 52; Guerrero, 2007, p. 28 y ss.)
14
. Ahora bien, en este enfoque explicar consiste
en demostrar que entre un modelo teórico y un modelo de datos existe una cierta
relación; que los fenómenos empíricos de la parte aplicativa pueden convertirse, con la
14
Conviene hacer una precisión acerca de la naturaleza de los datos empíricos que utilizan las teorías.
“Una aplicación no está dada independientemente de una conceptualización, sino que su descripción se
da mediante un aparato conceptual. El dominio de aplicaciones intencionales no es ‘ni realidad pura’ ni
‘pura experiencia’, sino que una aplicación intencional se determina conceptualmente mediante el
aparato conceptual de la teoría [el núcleo o modelo teórico] y mediante conceptos ya disponibles, los
cuales son externos a la teoría en cuestión” y que ya existen en el edificio teórico existen en la disciplina
(Guerrero, 2007, p. 34, comillas en el original). En otras palabras, los datos [la base empírica de una
teoría] están cargados de teoría, pero no de la teoría para la que son datos” (Díez y Moulines, 1997, p.
350; véase también Díez, 1997, p. 77). Este punto recoge el hecho de que en la ciencia empírica no
existe tal cosa como la observación pura de los fenómenos, algo que se tuvo ya en cuenta en la
formulación temprana del Realismo Estructural. “Científicos y filósofos de la ciencia diría Waltz en un
trabajo posterior se refieren a los hechos como cargados de teoría, y a la teoría y los hechos como
interdependientes” (Waltz, 1997, p. 913).
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ayuda de nociones teóricas, en modelos de la parte formal; o que tales fenómenos
concretos satisfacen los conceptos y principios de la teoría y que se comportan de
acuerdo con lo que en ella se establece (Cadevall, 1985, p. 15; Díez y Moulines, 1997,
p. 332).
Desde este enfoque, la manera como teorías operan al explicar es identificar los
objetos del mundo real y sus propiedades con los elementos del modelo teórico, sus
conceptos y principios. Entonces, en vez de considerar directamente las relaciones
empíricas que se dan entre los objetos reales estudiados, la atención del investigador se
concentra, en cambio, en las relaciones que se dan entre los elementos teóricos que
representan a esos objetos empíricos y sus propiedades, y con ello, indirectamente, se
gana información acerca de los mismos objetos y sus propiedades representadas. Esta
forma de utilizar los modelos teóricos para el estudio de la realidad es análoga a la
manera como las ramas de la ciencia con un alto grado de matematización utilizan los
modelos matemáticos para estudiar los hechos indirectamente a través de las relaciones
y operaciones entre los números que representan a los objetos reales y sus propiedades
(véase Díez y Moulines, 1997, pp. 121-122). Las teorías, entonces, se abstraen de la
enorme complejidad de la realidad a través de imágenes (i.e. representaciones
conceptuales) que la hacen intelectualmente más aprehensible.
Esta manera de entender la explicación desde una concepción semántica
estructuralista de las teorías, que en cierta manera comparte el Realismo Estructural de
Waltz, tiene dos importantes consecuencias para la evaluación teórica. Primero, descarta
la vieja idea, muy arraigada en la práctica usual de la ciencia política, de que
explicación y causalidad son lo mismo. Segundo, enfatiza la necesidad de evaluar las
teorías en sus propios términos, considerando seriamente el conjunto de fenómenos para
las que han sido formuladas realmente. Ambas cuestiones serán tratadas a continuación.
Explicación y causalidad no son sinónimos. En los programas de enseñanza
suele decirse que el propósito de una investigación es descubrir relaciones del tipo A
B, en la que el fenómeno o propiedad A es la causa del fenómeno o propiedad B. Pero
en la realidad, y particularmente en la realidad social, sucede que los hechos tienen
múltiples causas, por lo que la verdadera causa, o la causa total, de un hecho B sigue un
esquema más cercano a este: A
1
+ A
2
+ A
3
A
n
B, donde lo que define el carácter
causal de cada uno de esos factores es su carácter contrafáctico: si no hubiera ocurrido
A
n
, no habría ocurrido B. La pregunta es ¿cómo decidir qué causa es la más
importante? Tratar de entender algo apelando a la vez a todas las causas posibles es una
tarea tediosa e inútil porque no genera un conocimiento real sobre el porqué de las
cosas. La causalidad por sola no resuelve el problema de explicar los hechos. La
explicación se vale de esas causas, pero no de todas; pone de manifiesto una puesta en
orden entre los factores determinantes de un modelo: “la explicación causal de un
suceso no tiene por qué referirse a todas sus causas, sino por lo general a aquella o
aquellas más destacadas en el particular contexto explicativo” (Díez y Moulines, 1997,
p. 154). El resultado es la diversidad de la tarea investigadora en las ramas de la
ciencia que se ocupan de sucesos causalmente complejos, algo que ha sido comparado
con una suerte de división social del trabajo: la existencia de diversas teorías, cada una
de las cuales trata sobre uno o más factores causales; cada una elaborando explicaciones
apelando a causas distintas, que no tienen por qué ser incompatibles porque cada una es
válida en su contexto, y en conjunto, pueden hasta resultar complementarias (ibíd., p.
157). Respecto a esto, entonces, la explicación consistiría, en parte, en establecer una
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jerarquía entre las diversas causas de un hecho. Esta es una situación común en la
ciencia política, y en particular en la teoría política internacional, donde la competencia
entre distintas propuestas teóricas suele ser intensa.
Ahora bien, ¿por qué sería relevante para el Realismo Estructural en Relaciones
Internacionales dedicar tiempo a reflexionar sobre estas cuestiones? Porque una de las
más básicas objeciones que se han planteado a la teoría, y en general a otras teorías
sistémicas en la disciplina, es que las variables de tipo sistémico o estructural raramente
determinan la naturaleza de la política internacional, y aún menos la política exterior de
los Estados (véase Jervis, 1997, p. 103 y ss.). Este tipo de críticas siguen el viejo
esquema A B, desde el cual se espera que las causas de un hecho no sólo sean
necesarias sino también suficientes, y que sean en ese sentido determinantes. Llevadas
al extremo, son una interpretación casi literal de las teorías como esquemas descriptivos
exhaustivos que establecen relaciones directas entre dos o más fenómenos. Sin
embargo, aunque toda causa es de alguna manera necesaria, ninguna es suficiente por
sola. “A través de una teoría se pone de manifiesto el significado de lo observado…”,
decía Waltz; las teorías ordenan los hechos particulares de un cierto ámbito de manera
que puedan ser vistos como mutuamente dependientes; conectando hechos que de otra
forma resultarían dispares e inconexos (1979, pp. 9-10/21; 1988, p. 615). Si se espera
que una teoría sistémica explique los fenómenos estableciendo sólo relaciones causales
directas, perdurará la sensación de que la teoría tiene poco que decir sobre algo en
concreto.
5. Los alcances de la explicación y la naturaleza dual de los fenómenos políticos
Si el Realismo Estructural no sigue el esquema de causalidades directas, como
tampoco lo hacen otras teorías científicas, ¿qué explica y cómo lo hace? Para responder
a esta pregunta, recuérdese lo visto en la sección anterior. Lo dicho acerca de la
concepción semántica de las teorías en la filosofía de la ciencia ha puesto énfasis en los
aportes del estructuralismo epistemológico. En la concepción estructuralista, una teoría,
también llamada elemento teórico, está constituida en un sentido mínimo por una parte
formal, o núcleo, y una parte aplicativa, o dominio de aplicaciones intencionales. La
parte formal contiene tanto los elementos que permiten caracterizar el ámbito de
estudios, o las partes de la realidad que contienen las diversas aplicaciones de la teoría,
como los principios y leyes que rigen en él. La parte aplicativa contiene el conjunto de
fenómenos empíricos a los cuales se pretende aplicar los elementos de la parte formal.
Una teoría se identifica entonces en su forma más simple por el par formado por un
núcleo (K) y un dominio de aplicaciones (I): T = <K, I> (Díez y Moulines, 1997, p.
375). Este esquema básico sobre la estructura formal de las teorías es suficientemente
útil para entender que el conjunto de fenómenos sobre los que una teoría trata están
determinados por su propio aparato conceptual. De manera que al identificar lo que una
teoría intenta explicar en primer lugar, es importante prestar atención a la manera como
conceptualiza los fenómenos de su interés. En el caso del Realismo Estructural, los
fenómenos políticos internacionales son conceptualizados como entidades
esencialmente duales
15
.
15
Las teorías deben evaluarse en sus propios términos. Antes, deben identificarse los rasgos que definen
su propósito y sus alcances y limitaciones. Pero la mayoría de las veces esto no ocurre. En los estudios
políticos internacionales, por ejemplo, la clasificación de las teorías según grandes debates inter-
teóricos una forma común de enseñanza y aprendizaje que predomina en los manuales y programas de
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El Realismo Estructural es una aproximación a la dimensión sistémica de los
fenómenos internacionales, a la manera como las características del sistema político
internacional, a través del análisis de su estructura, inciden sobre ellos y cómo el propio
desarrollo de esos fenómenos incide sobre la configuración del propio sistema político
(en un proceso de recursividad sistémica). Para comprender esta relación es preciso
aislarse de las circunstancias, las particularidades y los elementos puramente
accidentales y encarar los fenómenos en mismos, es decir, como hechos genéricos.
Esta manera de proceder no es extraña en las ciencias sociales. El estructuralismo social
se originó con los trabajos de Claude Lervi-Strauss y la antropología estructural. Pero el
mismo Waltz reconocía que su principal fuente de inspiración la obtuvo de la lingüística
estructural de Saussure, cuyo enfoque buscó incorporar luego la antropología cultural
(Gómez García, 1981, pp. 33-34)
16
. Así pues, el Realismo Estructural de Waltz, como
otras formas de estructuralismo en las ciencias sociales, están presentes reminiscencias
y herencias lingüísticas y antropológicas.
En primer lugar, los hechos de política internacional son, en lo esencial, hechos
sociales. En la sociología clásica, un hecho social por definición mantiene un carácter
general dentro de la extensión de una sociedad y una existencia propia (objetiva),
independiente de sus manifestaciones individuales (Durkheim, [1895] 1978, p. 42). La
lingüística clásica, por otra parte, elabora una distinción similar al separar lengua y
habla: la lengua es el producto social de la facultad del lenguaje, que es individual; es
un conjunto de convenciones adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de
esa facultad en los individuos. De esa forma, “al separar la lengua del habla, se separa a
la vez: lo que es social de lo que es individual; lo que es esencial de lo que es
accesorio y más o menos accidental” (Saussure, 1945, pp. 39, 41).
En el Realismo Estructural de Waltz, los fenómenos políticos internacionales
son concebidos, primero, como hechos sociales, que son por definición gericos.
Luego son definidos como hechos particulares, que responden a las circunstancias
inmediatas y situaciones concretas. Esta oposición de concepciones es lo que en un
trabajo anterior se ha llamado la naturaleza dual de los fenómenos políticos
estudio sólo contribuye a reforzar los estereotipos que las reducen a esquemas interpretativos muy
simples, pero manejables desde un punto de vista puramente instrumental. El resultado: su naturaleza se
reduce a una interpretación casi descriptiva de la realidad, sus propósitos se distorsionan, y se
desconocen cuáles son sus alcances y limitaciones. Jack Snyder (2004) proporciona un ejemplo de esto
en One World, Rival Theories, un breve artículo ampliamente difundido. En esta visión de las cosas, la
adhesión a una teoría en particular termina por asemejarse más a una cuestión de fe. Frente a este
problema, la pregunta básica para guiar la evaluación de las teorías sigue siendo más bien simple e
intuitiva: ¿qué es lo que dicen y qué es lo que no dicen las teorías sobre los acontecimientos?
16
Un correcto entendimiento del estructuralismo en Relaciones Internacionales, como en otras ciencias
sociales básicas o derivadas, no estaría completo sin remitirse a las raíces heredadas de las perspectivas
lingüísticas, particularmente la fonología de N. Trubetzkoy. A decir del propio Levi-Strauss, el método
de la nueva fonología se basaba en cuatro pasos fundamentales: “pasa del estudio de los fenómenos
lingüísticos ‘conscientes’ al de su estructura ‘inconsciente’; rehúsa tratar los ‘términos’ como entidades
independientes; y toma como base de su análisis, por el contrario, las ‘relaciones’ entre los términos;
introduce [finalmente] la noción de ‘sistema’” (Levi-Strauss, 1995, p. 76). La fonología de Trubetzkoy,
antecedente de los modernos análisis estructurales de los fenómenos sociales, no se limitaba a declarar
que los fonemas, como los agentes o los hechos sociales, son siempre parte de un sistema, sino que
mostraba sistemas concretos poniendo en evidencia su estructura a partir de relaciones explícitas entre
esos elementos. Con este nuevo método de análisis, las ciencias sociales lograban formular relaciones
necesarias. El análisis estructural de Waltz, y la teoría derivada de sus abstracciones, es heredero de este
enfoque.
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internacionales (véase Morales Giraldo, 2014), y se encuentra en el núcleo (K) de la
teoría de Waltz. Su situación, entonces, la convierte en una noción central en la
conceptualización del tipo de fenómenos (I) de los que la teoría trata de dar cuenta. La
teoría no trata, por ejemplo, sobre cuestiones como la guerra entre dos o más países en
determinado lugar y momento, sino de la guerra como fenómeno socio-político en el
sistema internacional, de su explicación a través de casusas permisivas que la
convierten en una posibilidad siempre latente y no de sus causas más inmediatas
(Waltz, 1959, p. 232). Esto implica una enorme diferencia en la manera de ver las cosas:
como fenómeno particular, la guerra puede resultar ser infrecuente, improbable y
excepcional; como fenómeno estructural, en cambio, resulta ser un patrón recurrente y
hasta habitual. En el primer caso interesaría explicar la guerra, en el segundo, la paz.
Esta distinción, que es la esencia de la naturaleza dual de los fenómenos políticos
internacionales, se encuentra en el núcleo del estructuralismo de Waltz, definiendo su
propósito y señalando sus alcances y limitaciones.
En The Origins of War in Neorealist Theory (Waltz, 1988), por ejemplo, la paz
entre las grandes potencias durante los años de la Guerra Fría es explicada tanto desde
un punto de vista sistémico según como lidian con la inestabilidad y la competencia en
un sistema bipolar o en uno multipolar como desde el punto de vista de las
particularidades de los propios Estados y sus relaciones según como ciertas
tecnologías y estrategias, como las armas y la disuasión nucleares, elevan los costos de
la violencia. En The Myth of National Interdependence (Waltz, [1970] 2008), la
importancia política, y no sólo económica, de la interdependencia se hace evidente al
indagar por las implicancias de las relaciones entre comercio internacional e inversión
extranjera entre países con una enorme disparidad de poder. Al introducir el carácter
asimétrico inherente al conjunto de Estados en la visión que se tiene de la
interdependencia económica, el panorama resulta distinto: en lugar de una red de
relaciones económicas interdependientes surge un escenario dispar en el que unos son
más dependientes o independientes que otros. En Conflict in World Politics (Waltz,
[1971] 2008c) la explicación del conflicto asume una perspectiva estructural que busca
encontrar una razón a este tipo de situaciones más allá de las circunstancias que
envuelven conflictos particulares. Finalmente, la teoría del balance de poder, dentro del
programa de investigación neorrealista, es también una aproximación a la dimensión
estructural de este tipo de sucesos, no a sus particularidades: “la teoría del balance de
poder explica un resultado la formación recurrente de balances de poder, que puede
no coincidir con las intenciones de cualquiera de las partes cuyas acciones se combinan
para producir ese resultado” (Waltz, 1979, p. 119/175-176). Cada uno de estos tipos de
fenómenos: la paz, la interdependencia, el conflicto y el balance de poder, son
estudiados no como hechos particulares sino como procesos sistémicos.
Una última observación sobre la manera como los componentes formales de una
teoría determinan el alcance de la explicación. Un mal entendimiento sobre qué es lo
que las teorías explican realmente puede generar simplificaciones. El Neorrealismo en
particular ha sido objeto de una clara malinterpretación: la idea, ampliamente difundida,
de que se trata de una teoría orientada a temas militares y de seguridad. Uno de los
textos introductorios más leídos en los cursos de relaciones internacionales en los países
de habla hispana, por ejemplo, reproduce esta lectura errada: entre las teorías realistas,
señala el manual, la problemática de estudio se centra en la seguridad nacional (cf.
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Barbé 1995, 60-64)
17
. Es cierto que en el programa teórico neorrealista se asume que la
supervivencia, y por lo tanto la seguridad, es uno de los intereses fundamentales de los
Estados (Waltz, 1979, pp. 91-92). Sin embargo, esta no es una afirmación empírica sino
un supuesto teórico, una abstracción. Si la teoría restringiera la comprensión de los
fenómenos a aspectos de seguridad de tipo militar, su visión del mundo sería la de un
reduccionismo poco convincente. Pero el carácter progresivo que la teoría ha
demostrado desde su aparición indica lo contrario. Decir que el Neorrealismo es una
teoría que tiene a los asuntos militares como problemática central equivale a negar las
contribuciones que se han hecho desde este enfoque, por ejemplo, al estudio de la
política tras la interdependencia económica (véase Waltz, [1970] 2008a; 1979, pp. 139-
146/206-215; 2000, pp. 14-18; Baldwin, 1980, p. 486 y ss.), del problema de la
distribución relativa de las ganancias bajo esquemas de cooperación en ausencia de un
gobierno común (véase Grieco, 1988a; 1988b; y Grieco, Powell y Snidal 1993), o al
estudio crítico y normativo de la política exterior norteamericana, con especial atención
a los riesgos del unilateralismo (véase Waltz 2000, pp. 27-39; 2004).
6. ¿Qué predicen las teorías científicas?
El conocimiento científico tiene como otra de sus principales características la
predicción (Bunge, 1997, p. 41). Pero, así como se espera que las teorías se refieran a
hechos particulares, en la descripción o en la explicación, también se espera que
elaboren predicciones precisas sobre acontecimientos específicos. Sin embargo, “… la
predicción científica, en contraste con el tipo de predicción que proviene de las
profecías […] no es del tipo ‘ocurrirá e’ sino más bien de este otro: ‘ocurrirá e (de la
clase E) siempre que suceda c (de la clase C), pues todo hecho de clase C es
acompañado o seguido por un hecho de clase E’” (Bunge, 1997, p. 42). Esto último
sugiere dos cosas importantes acerca de la predicción en las ciencias empíricas: la
generalidad de las prospecciones, y su relación estrecha con la explicación. El siguiente
pasaje recoge algunas ideas importantes sobre este asunto:
“… incluso en las ciencias de la naturaleza, las predicciones que cabría esperar
en justicia no conducen sino excepcionalmente a acontecimientos en sentido
estricto. El físico, el químico, el biólogo, se contentan por lo general con prever
tipos de acontecimientos y tal es, creemos, lo que se puede esperar
razonablemente de la ciencia. Es cierto que en estos últimos casos la
determinación de los tipos de acontecimientos es a menudo tan rigurosa, a escala
17
Incluso dentro de la tradición de pensamiento realista, que incluye a autores anteriores a la Guerra Fría,
es difícil sostener si no imposible que la seguridad nacional sea el centro de interés. En La crisis de
los veinte años (1919-1939) ([1939] 2004), texto clásico de E. H. Carr, publicado originalmente en
1939, un concepto tan frecuentemente asociado al realismo como el de poder es definido no sólo en
función del poder militar sino también en función del poder económico y en función al poder sobre la
opinión y las ideas (véase, Carr [1939] 2004, cap. 8). Lo mismo ocurre con Hans Morgenthau, en cuyo
clásico La política entre las naciones ([1948] 1986), los conceptos de poder político y poder militar no
son de ninguna forma equivalentes: “El poder político debe distinguirse de la fuerza […] Cuando la
violencia se convierte en realidad, el poder político abdica a favor del poder militar… ”, sin embargo,
añade el autor, “especialmente en política internacional la fuerza armada como amenaza real o potencial
es el componente material s importante que contribuye a conformar el poder político de una nación”
(Morgenthau [1948] 1986, p. 43). Si la política internacional, como toda política, es una lucha por el
poder, tal como la define el autor, entonces se trata en realidad de una lucha por el poder político. La
esencia de la política internacional entre los autores realistas de todos los tiempos y tendencias ha sido
siempre política y no militar.
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de nuestras observaciones, nuestro poder de disociación de sus circunstancias tan
amplio, que la predicción equivale prácticamente a la de los acontecimientos
singulares. No ocurre lo mismo es las ciencias sociales…” (Granger, 1977, p.
149, énfasis en el original).
Las teorías científicas predicen tipos de acontecimientos, no acontecimientos
particulares, porque las teorías mismas tratan con abstracciones con un grado mayor de
generalidad respecto a acontecimientos particulares. Esto resulta mucho más claro al
reconocer la relación que existe entre predicción y explicación. De nuevo, resulta útil
referirse a ciencias en las que estas cuestiones están más y mejor desarrolladas.
En la antropología estructural, por ejemplo, “el análisis de un sistema o el de los
elementos de un grupo de mitos, seguramente no conduce a establecer una previsión que
enuncie ‘lo que va a pasar’ en un momento ulterior. No obstante, en el caso en que este
análisis pueda ser llevado a término, construye un sistema una teoría más o menos
cerrado de posibilidades…”. Esto es análogo a lo que ocurrió en la construcción y
posterior aprovechamiento de la tabla periódica de los elementos químicos de
Mendeleieff: “Un conjunto de fenómenos elementos químicos conocidos y
suficientemente analizados es estructurado según determinados conceptos; esta
estructuración hace aparecer objetos abstractos nuevos elementos químicos que la
experiencia no ha desvelado, pero para los que lo cerrado del sistema en este caso, la
teoría exige que existan fenómenos en consonancia” (Granger, 1977, p. 150). Las
teorías, entonces, por medio de la explicación, conforman esquemas cerrados de
posibilidades, lo que permite la anticipación de cierto tipo de acontecimientos
excluyendo la posibilidad de otros. La explicación de hechos particulares y la
predicción comparten la misma estructura lógica
18
. Una vez que un fenómeno particular
llega a comprenderse, una vez que se han dilucidado sus mecanismos subyacentes
19
, los
eventos particulares que tienen lugar en ese campo de la realidad, se vuelven
previsibles. Las teorías, por medio de la explicación, elaboran asociaciones entre los
factores más relevantes de un ámbito del mundo empírico, establecen jerarquías entre
esas variables o causas y brindan una imagen de cómo es que funciona la realidad. La
predicción se obtiene como un producto del conocimiento obtenido sobre las
regularidades que dan sentido a nuestra comprensión de las cosas. Este tipo de
predicción, vale aclarar, no depende del tiempo: no se espera que los eventos previstos
ocurran en cierto momento, sino bajo ciertas circunstancias.
El Realismo Estructural explica, por ejemplo, por qué el balance de poder
constituye un proceso sociopolítico recurrente en la historia, y es esta explicación la que
permite construir un marco de condiciones generales que permiten, a la vez, inferir la
formación de un nuevo balance de poder en el futuro. La teoría es incapaz de decir
cuándo es que tendrá lugar o qué es lo que cada país en particular hará al respecto, sólo
se limita a anticipar un tipo de situación o suceso, que en este caso es un patrón de
18
Según la tesis de Hempel sobre la simetría entre explicación y predicción, “la explicación de
fenómenos empíricos particulares y la predicción tienen la misma estructura lógica, la única diferencia
entre ambas es pragmática y tiene que ver con la relación temporal entre la ocurrencia del hecho
particular y la construcción del argumento […] Las predicciones son pues retrodicciones, ‘predicciones’
de hechos conocidos; las predicciones, si llegan a confirmarse, son explicaciones ’avanzadas’” (Diez y
Moulines, 1997, p. 239).
19
Sobre la explicación por mecanismos, y sobre el concepto mismo de “mecanismos” como procesos
concretos en sistemas reales, véase Bunge (1997b, pp. 5-10, 28-35, 37-45).
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interacción entre las potencias más importantes del sistema internacional, o de los
subsistemas regionales, una tendencia a iniciar políticas de balance o contención bajo
ciertas condiciones (Waltz, 2000, pp. 30, 38). No hace falta decir que las dinámicas
políticas más recientes a nivel global y regional parecen confirmar las previsiones
neorrealistas sobre estas regularidades. Cabría entender, finalmente, que la estructura
lógica de las predicciones implica para el investigador un conjunto de posibilidades
hipotéticas de las cuales pueden inferirse situaciones reales bajo ciertas condiciones.
7. Predicciones y creencias: el Realismo Estructural y el final de la Guerra Fría
El primer capítulo de Theory of International Politics no dice mucho acerca del
carácter predictivo de las teorías. Sin embargo, irónicamente una de las mayores críticas
a la teoría tiene que ver con la anticipación de un gran suceso que sus proponentes no
pudieron prever: el final de la Guerra Fría. Tras el rápido declive y posterior
desaparición de la Unión Soviética, en los estudios internacionales las críticas se
orientaron principalmente a señalar la incapacidad de las teorías de relaciones
internacionales, y en espacial de las teorías realistas, para anticipar el final de la Guerra
Fría. Los cientistas políticos y sus teorías se dice fracasaron no sólo en anticipar
cualquiera de los dramáticos eventos de los últimos años sino también en reconocer la
posibilidad de que esos cambios tuvieran lugar” (Lebow y Risse-Kappen, 1995, p. 1).
¿Por qué las teorías de política internacional no pudieron prever un cambio tan drástico?
La cita anterior contiene dos elementos cuyo análisis puede ayudar a responder en parte
esa pregunta: a) la capacidad predictiva de las propias teorías, que ya ha sido descrita
brevemente en la sección anterior, y b) la disposición por parte de quienes hacen uso de
esas teorías para reconocer la posibilidad de ciertos eventos. En este caso en particular
lo que ocurrió fue que lo segundo terminó por condicionar la efectividad de lo primero.
Muchas veces ciertos hechos parecen ser imposibles o tan improbables que no
son tomados en cuenta seriamente, incluso cuando las teorías dejan abiertas esas
posibilidades, y éste es uno de los principales aspectos a tener en cuenta al evaluar la
capacidad predictiva de una teoría: las ideas preconcebidas pueden obstaculizar la
capacidad de predicción. En The Stability of a Bipolar World ([1964] 2008b), por
ejemplo, el propio Waltz decía que no había ninguna duda acerca de la durabilidad del
bipolarismo a largo plazo dada las condiciones existentes hasta ese momento. Quince
años después, en 1979, la situación parecía seguir siendo la misma a los ojos del autor
(véase Waltz, 1979, p. 176-183/259-268). Sin indicios de ningún tipo, los realistas no
mostraron un interés real en plantearse la posibilidad del colapso de la Unión Soviética
y el final de la Guerra Fría. Pero, ¿qué decía la teoría al respecto? En un mundo bipolar,
el colapso de una de las dos potencias que sostienen ese orden supondría un cambio a
nivel sistémico o estructural. El Realismo Estructural explica ese tipo de cambios a
partir del cambio en uno de los principales elementos estructurales del sistema
internacional: la distribución de capacidades, que es, además, su elemento más dinámico
(véase Waltz, 1979, p. 97, 101/145, 150). La Guerra Fría, decía Waltz en una referencia
explícita a este caso, “… está firmemente arraigada en la estructura de la política
internacional de la posguerra, y durará tanto como perdure esa estructura” (Waltz, 1988,
p. 628). La Guerra Fría culminaría, entonces, cuando la estructura bipolar que la
sostenía comenzara a erosionarse, como ocurrió con el rápido declive y la posterior
desaparición de la Unión Soviética, lo que generó una rápida reconfiguración en la
distribución de capacidades a nivel global. De manera que el cambio sistémico era un
tipo de situación ya prevista por la teoría, y aun presente en sus formulaciones más
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tempranas. Era una de sus aplicaciones posibles, pero hasta finales de la década de 1980
permaneció como un potencial no explorado. Las predicciones se limitaban a prever un
tipo de situación hipotética, pero ningún teórico realista asumió seriamente la necesidad
de desarrollar una teoría específica o hipótesis auxiliar como parte del programa
investigación neorrealista que permitiera anticipar con algo más de detalle los cambios a
nivel estructural. Sin indicios razonables para dudar de lo contrario, la confianza en la
estabilidad y la durabilidad del orden bipolar se reforzó, y esta creencia se mantuvo
firme hasta el momento en que sucedió el cambio. Fueron las convicciones de los
investigadores y teóricos las limitaron el potencial predictivo de la teoría.
8. Reflexiones finales
Theory of International Politics nos presenta una introducción a los rasgos
generales de las teorías científicas y su papel fundamental en la ciencia moderna. En ese
aspecto, cumple un propósito más bien didáctico: anima al lector a reflexionar sobre los
aspectos epistemológicos de la teoría política. Los textos citados a lo largo de este
trabajo contribuyen a ampliar estas ideas de manera somera. Quizás la lección más
importante que puede extraerse de la obra de Watlz es que las teorías, aun antes de que
la propia investigación cobre forma, cumplen la función de dibujar el horizonte del
investigador, guiando la observación y señalando las problemáticas de interés. Tanto los
científicos como los filósofos de la ciencia saben esto. El rol de las teorías no empieza
ni termina en el análisis o en la comprensión de los hechos: comienza mucho antes,
modelando las intuiciones, sirviendo de base para identificar esos mismos hechos
(Chalmers, 2000, cap. 1), y redirigiendo el interés de toda una comunidad científica
hacia nuevas problemáticas de las que antes no se tenía conciencia.
Finalmente, llevando estas reflexiones a terrenos más cercanos a nuestra
realidad, los temas discutidos en este trabajo, a consideración de la obra de Kenneth
Waltz, pueden abrir espacios de discusión sobre la situación actual y el futuro de las
Relaciones Internacionales en Sudamérica. En la región, la labor de la política
internacional ha estado orientada en los últimos años al análisis casi exclusivo de las
coyunturas. Y ese interés por las coyunturas, en parte, explica la escasa producción
teórica en la región, muy aparte de las viejas reivindicaciones frente al colonialismo
intelectual y el dominio sobre las ideas. Pero para comprender los fenómenos que
afectan nuestro entorno directamente, y adquirir así cierta certeza acerca de su
desarrollo futuro, los análisis de coyuntura son insuficientes. Hace falta teoría. Al no
integrar el conocimiento inmediato sobre acontecimientos en marcha dentro de marcos
teóricos más generales, los cientistas políticos han visto con cierto desconcierto, por
ejemplo, cómo la integración en la región ha fracasado y los liderazgos emergentes se
han replegado. Es en estos momentos que proliferan títulos como el fracaso de la
integración, integración: ¿mito o realidad?, o la falta de liderazgo en…, todos
respondiendo a una coyuntura específica. Teorías de diverso origen, en cambio, podrían
haber previsto estos sucesos, no con exactitud, sino estableciendo un conjunto de
posibilidades desde las cuales inferir escenarios sobre los plantear espacios de trabajo y
debate. Los alcances filosóficos del Realismo Estructural invitan a asumir posturas
críticas respecto a un conocimiento que damos por sentado.
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