REVISTA PERUANA DE DERECHO INTERNACIONAL
ISSN: 0035-0370 / ISSN-e: 2663-0222
Tomo LXXIV. Enero-Abril 2024, N° 176, pp. 287-291.
DOI: https://doi.org/10.38180/rpdi.v74i176.512
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Si en un primer momento decliné la amable solicitud que me había formulado la Condesa Potocka a través de Jaime Velando, un buen amigo común, para que redactara una introducción a este compendio suyo sobre los salones literarios franceses de antaño, fue porque al hojear las pruebas de página observé que no se trataba de una obra de autoría original. Una afable carta ulterior de la distinguida dama me hizo, sin embargo, descubrir en segunda revisión que el volumen cuenta con atributos que permiten ponderar positivamente los alcances de tan singular iniciativa y, por lo mismo, apreciar sus méritos.
El presente libro recoge y ordena, en efecto, un amplio conjunto de biografías anecdóticas y de anécdotas biográficas, escritas claramente en otro idioma del cual ha sido traducido al español, lo que constituye todo un logro de la compiladora. De esta forma, el lector dilucida su propio derrotero y va descubriendo amenas estampas de las llamadas saloneras, aquellas refinadas damas de la Francia monárquica que, con anterioridad y posterioridad al iluminismo del Siglo de las Luces, apoyaron con sus rituales de veladas sociales el florecimiento y divulgación del racionalismo, el liberalismo y muchos otros ismos que, convertidos en paradigmas, habrían de demarcar para siempre las fronteras entre el oscurantismo intelectual medieval y un renacimiento enciclopédico que, lenta pero tenazmente y a partir del señor de Montaigne, enrumbaría a Francia y a toda la milenaria Europa hacia su gloriosa modernidad en los campos sustantivos del ser y del saber.
La imagen en la cubierta de Salones franceses - Siglos XVII-XIX, resume en una instantánea pictórica las loables pretensiones del libro: recoger a través de las promotoras femeninas de las tertulias literarias parisinas, su espíritu y trascendencia histórica en la Francia de aquellos tres siglos, cuando escritores como Molière ofrecían lecturas primiciales de sus obras teatrales u otros escritos en los salones literarios. Tales fechas marcan el surgimiento y esplendor de esos protocolos culturales, sociales y políticos que van enhebrando el tejido aristocrático francés, hasta devenir en una tradición mundana e intelectual en París, desde donde se trasvasa a otras grandes capitales europeas. Puede así sugerirse legítimamente que el legendario salón azul de la marquesa de Rambouillet, considerado el recinto literario parisino inicial, fue también el primer hálito de paridad de género en Occidente o, más propiamente dicho, del universo entero, puesto que las sociedades en Asia, África y las Américas eran nulamente vanguardistas y, por tanto, harto más conservadoras que las europeas como para admitir siquiera el asomo de una equivalencia intelectual entre hombres y mujeres. Por eso, y en la medida en que tiende a olvidarse este aporte en los estudios de género tan sobredimensionados en estos tiempos, puede afirmarse que ese cenáculo cultural de Madame Catherine de Vivonne -tal era el nombre de la marquesa--, en el que nace y florece, y desde el cual comienzan a irradiar los salones literarios del tout-Paris, fue el precursor de las libertades femeninas, pues es desde aquellos salones que se impulsa la ardua y prolongada marcha multisecular hacia la igualdad de géneros, con la grácil anfitriona y sus asiduas confidentes codeándose sin rubores ni complejos con la arrogante erudición masculina. (Cuenta la leyenda que fue en uno de esos ambientes literarios frecuentados por el Cardenal Richelieu, donde se concibió la Academia Francesa, y en donde las doctas conversaciones entre Diderot y d'Alambert con sus colaboradores de la talla de Voltaire, Rousseau y Montesquieu, inspiraron el proyecto de la Enciclopedia, o Diccionario Razonado de las Ciencias, las Artes y los Oficios).
El rito intelectual que cumplieron las aristocráticas saloneras se prolongaría, aunque con declinante brillantez, hasta más allá de los cataclismos del siglo XX que asolarian irremediablemente a esa Europa que, durante dos milenios, imaginó e inventó prácticamente todo aquello que, para bien y para mal, respiramos y vivimos hasta el presente, una Europa que a pesar de todo -a pesar suyo- ha seguido siendo hasta nuestros días la fuente mayor del ingenio humano. Es sabido que los salones literarios, así como los llamados cafés literarios -sucedáneos igualmente seculares de aquellos- dilatarían su agonía hasta mediados del siglo XX, pero sólo como lánguidas nostalgias de lo que habían sido en esos tiempos pretéritos aquellos fastos tan bien retratados en el presente libro.
Naturalmente, estas costumbres civilizadoras emigraron en algún momento a ultramar. Pronto cundieron, así, en aquellos territorios conquistados de mayor prosapia en la América española, como los virreinatos del Perú y de Mé-xico, los contertulios literarios, científicos y de bellas artes -que a veces se confundían con conciliábulos políticos o encubrían espacios más frívolos de mera socialización-, y luego en Buenos Aires, Santiago y algunas otras importantes comarcas hispanas en el hemisferio, extendiéndose la costumbre hasta más allá de las emancipaciones republicanas. Así, ya en el albor del siglo XVII, se tiene noticia de la creación en Lima de la Academia Antártica, contemporánea de la Academia de Matemáticas y Elocuencia promovida por el marqués de Casa Calderón. Le sucederán en el tiempo las academias literarias de don Lorenzo de la Puente y Larrea y don Domingo y doña Manuela de Orrantia, llegando también el virrey Teodoro de Croix a congregar regularmente a grupos de gentes cultas en el propio palacio virreinal. El apogeo de las reuniones literarias regulares a la manera de los salones originales franceses se dio, sin embargo, con la república: desde las fecundas tertulias culturales alrededor, principalmente, de Juana Manuela Gorriti, promotora de origen argentino, hasta las de Mercedes Cabello de Carbonera, Clorinda Matto de Turner y, posteriormente, de Angélica Palma, que congregaban en sus solares a las gentes más cultas de la capital y, poco después, con la creación del Club Literario fundado por Manuel González Prada, con el Ateneo, el Círculo Literario, la Academia Peruana de Ciencias y Letras, la Sociedad de Amantes del Saber, la Sociedad Amigos de las Letras y algunos otros clubes y asociaciones culturales incluso en provincias, como fue la Academia Lauretana en Arequipa. Lo sugestivo es que todas estas cofradías de la intelligentsia peruana, en notorio contraste con otras agremiaciones del país, aceptaban complacidas la presencia femenina -semejanza adicional con los salones parisinos--, contándose entre las más destacadas concurrentes, además de las figuras femeninas ya mencionadas, a Teresa González de Fanning, Carolina Freyre de Jaimes, María Mendiburu de Palacios y Ángela Carbonell, entre otras damas ilustradas de la sociedad limeña, lo que hizo confesar alguna vez a Ricardo Palma refiriéndose a Gorriti, que: "Los bohemios la tratábamos con la misma llaneza que a un compañero, y su casa era para nosotros un punto de reunión", admisión que el tradicionista y los restantes concurrentes del mismo género compartieron siempre sin resquemores ni sobresaltos y que, de paso, confirma que el espíritu de la emancipación femenina, por incipiente que fuese entonces, también se había trasladado de los salones literarios de Francia a sus similares en el Perú.
Entrado el siglo XX y al igual como acontecería con sus mentores europeos, los salones literarios limeños se prolongarían con el Conversatorio Universitario fundado por Raúl Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez y Jorge Basadre, entre otros destacados jóvenes de la llamada Generación del Centenario y, de manera particular, con la creación de la Sociedad Entre Nous, dirigida desde su fundación en 1911 por ilustres damas de la sociedad capitalina, entre las cuales se contó con la promotora de este libro, que fue presidenta de Entre Nous en dos ocasiones, habiéndole correspondido guiar y organizar las celebraciones del 80° aniversario de la fundación de tan venerable institución, cuya impronta dejaría una huella indeleble en el quehacer cultural peruano visible hasta el actual milenio. (Es de justicia recordar asimismo que, hasta bien entrados los años sesenta del siglo pasado, siguieron animándose otras veladas literarias, como las promovidas en Barranco por doña Elsa de Fernández Dávila y doña Cota Carvallo de Núñez).
Se cuenta con alguna bibliografía sobre las reuniones literarias en el Perú durante la Colonia y el primer siglo y medio republicano, aunque desconozco cuán vasta pueda ser por tratarse de una materia que nunca me fue prioritario. Pero un par de hechos son indiscutibles: que en el pais sí prosperaron salones, tertulias, sociedades, círculos y cafés, tanto humanísticos como científicos, a semejanza cercana de los salones literarios franceses, y que el material hemerográfico de consulta, en adición a los escasos pero muy serios estudios académicos existentes sobre la materia, es más que suficiente como para aguijar la curiosidad de nuevos investigadores dispuestos a profundizar en las pesquisas sobre una materia que, a no dudarlo, puede ser una estimable fuente en develaciones políticas y costumbristas, con sus inevitables cargas de posibles intrigas y maquinaciones que bien pudieron contribuir a forjar el tejido socio-político de la nación, tal como lo conocemos hasta nuestros días.
Bastarían todos estos motivos para que Salones franceses - Siglo XVII-XIX, concebido, compendiado y traducido por la agraciada dama limeña doña Rosa Larco, se convierta en un útil complemento de consulta, acaso aleatorio pero necesario acercándonos, con una amena lectura didáctica, a una de las tradiciones más exquisitas de la Modernidad. Quién sabe además si, llevados así de la mano por la Condesa Potocka, también nos estemos aproximando, a través de su título nobiliario matrimonial, a un hito mayor de la literatura europea: el Conde polaco Jan Potocki cuyo celebérrimo magnum opus, escrito naturalmente en francés y sin duda alabado en uno de esos paraninfos de inicios del XIX, es considerado universalmente como la primera narrativa de expresión fantástica dentro de la tradición literaria occidental.
San Isidro, junio del 2023
Embajador Harry Belevan-McBride (Dr. h. c. UdH)(*) (**)
(*) Miembro Titular. Numerario de la Academia Peruana de la Lengua. Académico Correspondiente del a Real Academia Española. Ex Embajador del Perú en Francia
(**) Reproducción de la introducción del libro.